Nació en la ciudad de Bucaramanga, en el año 1947, siendo hijo de una bordadora, Jorge Mantilla Caballero estudió su primaria en el colegio Calasanz de Cúcuta, Mantilla Caballero inició sus primeras bases en el mundo artístico debido a su cercanía con diferentes artistas y vendedores extranjeros durante su niñez, tanto así, que él mismo asegura que a los 6 años de edad ya tenía conocimiento sobre varias técnicas artísticas que había aprendido de ellos. Siendo aún muy jóven, su talento lo llevó a tener un espacio en las carteleras de su colegio, donde no solo publicaba dibujos de personajes animados de la época, sino que tenía el valor de publicar elocuentes caricaturas de sus profesores. Desde esa época sintió también una afinidad especial por el comportamiento de los seres humanos, la cual no dudó en plasmar en sus obras, siendo inspirado en las anécdotas familiares de sus amigos, desde las más inocentes a las más personales.

 

De regreso en Bucaramanga, estudió su bachillerato en el Colegio Virrey Solís y descubre que en esta ciudad las cosas no son a lo que él estaba acostumbrado. Según sus propias palabras: “De pronto veo que el medio, estoy hablando de 1964 o 65, aquí en Santander no existía ninguna actividad plástica sostenible, eran supremamente desprolijo de sostenimiento, de criterio y de fuerza. Existía una vetusta y mal llamada Academia de Bellas Artes de Santander que no informaba nada. Así que tomo la determinación de irme a Estados Unidos”.

 

Siendo así, pasa sus próximos ocho años allí, lo cual marcó su vida pues de esa experiencia vino un enriquecimiento artístico inmenso, asistiendo a diversos talleres gratuitos y acercándose a estilos artísticos ajenos a su conocimiento, tales como el Pop Art y las obras de Francis Bacon.

 

Habiendo terminado su experiencia, Mantilla Caballero decide regresar a Bucaramanga como una forma de retribución a la tierra que lo vio nacer. Su talento y experiencia fueron un puente importante, pues no tuvo que esforzarse demasiado para poder vender sus obras. Pero no fue sino hasta 1977 que tuvo su mayor momento de fama, luego de participar en la décima edición de la Paleta de Oro, un festival francés (Xe Festival de la Peinture en Cagnes- Sur- Mer. Musee D’ Art Moderne de la Ville de París, Francia). Allí no solo ganó la paleta de oro, sino el premio del público. Lamentablemente este hecho lo llevó a distanciarse de los medios públicos pues según señala, Colcultura nunca le entregó el premio que era una pieza de arte del s. XV.

 

“Desafortunadamente ven solo a los artistas para que apoyen obras que ni siquiera conocen, para que vayan a bazares o dé el respaldo a un candidato,  pero no existe realmente un apoyo al trabajo artístico”.

 

Sintió en su momento la cercanía de una sociedad solo por su nombre y “comenzaron a comprar por resmas mis obras”. Una sociedad a la que según él todavía le falta mucha educación en este tema.

 

“Todavía hay un público muy mal educado en arte. No saben adquirir cosas, creen que por metros son mucho más valiosas que por centímetros”.

 

Actualmente Mantilla Caballero ha encontrado la felicidad al lado de su familia, su esposa Liliana Castellanos, su hijo, y la responsabilidad (que asumió con orgullo) de ser otro padre de una hija que Liliana tuvo en su primer matrimonio, Mantilla Caballero se ocupa de sus obras, y su esposa es la cabeza administrativa de esa sociedad.